Una de las primeras visitas que realicé en cuanto se levantó el estado de alarma en junio fue a una librería. Me considero lectora en transición permanente entre el papel y lo electrónico sin que prefiera uno sobre otro. Pero en esta ocasión me apetecía pasear entre libros analógicos. Curioseando, vi en una mesa de novedades varios títulos de Annie Ernaux (Lillebonne, 1940), escritora a la que no conocía, cuya obra ha sido reeditada por Tusquets tras recibir el premio Formentor en 2019. De los 5 libros que había, me llevé dos, 'El lugar' que comentamos hoy y 'Pura pasión' que comentaré otro día.
La autora es una escritora superventas en Francia admirada por autores como Emmanuel Carrère o Virginie Despentes. Su estilo es narrar en primera persona y realizar reflexiones autobiográficas. Aunque Ernoux advierte que siempre habrá cierto grado de ficcionalización en sus escritos, la autora convierte en materia narrativa algunos hechos de su vida. En 'Vergüenza' cuenta cómo un día el padre intentó matar a su madre y luego hicieron como si nada; en 'El acontecimiento' habla del aborto voluntario a que se sometió de joven; en 'Pura pasión' repasa su relación secreta con un casado, etc.
En 'El luga'r la autora centra su atención en sus orígenes familiares y en la figura de su padre. Los padres eran gente de clase baja proveniente del mundo rural de provincias. Paysans, pueblerinos. Vivían de un café-colmado cuya parroquia eran trabajadores como ellos, gente sin más instrucción que la básica que no han hecho otra cosa que trabajar duro y vivir con estrecheces. La conquista de estos padres fue darle estudios a la autora, sacarla del ambiente pueblerino y verla ingresar en la sociedad burguesa que veían como un horizonte inalcanzable. Al mismo tiempo, esto abre una grieta entre Ernaux y sus padres de los que se avergüenza mientras que ellos no la entienden. Por ejemplo, la autora hace un buen matrimonio pero cuando visita a sus padres el marido no la acompaña porque los menosprecia.
El libro me ha gustado y no me ha gustado. Me llama la atención que Ernaux no hable con cariño de sus padres. Tampoco es que les ajuste las cuentas, pero se diría que sigue mirándolos con el desdén de quien se sabe privilegiado social. Desde mis valores esperaba un agradecimiento público, un homenaje a los padres que consiguen darle una vida mejor a sus hijos. Aunque ya se sabe que en esta vida hay gente para todo.
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