Comentario de Ana Cabeza

 

 

 

Los fans del subteniente Vila y la brigada Chamorro esperábamos con ansiedad una nueva entrega de sus casos después de la decepción de "Donde los escorpiones" al que no le encontré sustancia más allá de lo bien documentada que parece la vida de los militares desplazados a Afganistán y las lúcidas reflexiones de Vila.

 

La trama de "El mal de Corcira" está bien armada y refleja una vez más los conocimientos del autor de los entresijos policiales. El hallazgo del cadáver en Formentera de un antiguo infiltrado en ETA conduce al lector hacia el desarrollo de las pesquisas intercalándolas con episodios del pasado de un jovencísimo Vila como agente de inteligencia en la lucha antiterrorista durante la durísima década de los 80. Enganchan los habituales diálogos rápidos con sus giros y agudezas. Los pensamientos de Vila, como siempre, son una mezcla de sentimientos de derrota, fidelidad a los valores personales y alusiones a hechos contemporáneos que bien conoce el lector español. Pero esta entrega tampoco me ha llenado.

 

 

¿Por qué no me ha terminado de gustar? Porque ya me cansa tanta alabanza a la Guardia Civil y resto de fuerzas de seguridad del Estado. He observado cómo sus opiniones al respecto son cada vez más apasionadas, tanto en las novelas (no solo las de la serie de Vila y Chamorro. "Música para feos", por ejemplo) como en su columna semanal en El Mundo. Las tramas al final parecen ser un mero pretexto para defender la labor de la Benemérita, quien seguramente agradecerá el apoyo de un escritor tan leído como Silva en tiempos de descrédito. Pero al margen de mi postura al respecto (que no procede aquí), me parece ya demasiado y alejada de lo que me atrapó de la serie hace años.