Asesinos sin rostro Por
La serie Wallander consta de ocho novelas que comienza con Asesinos sin rostro y cierra con El hombre inquieto, a lo largo de las que asistimos a la peripecia vital de Kurt Wallander desde que tenía unos 40 años hasta los 60 que tiene en la última entrega.
Wallander es un policía divorciado, con sobrepeso, diabético, melancólico, depresivo, iracundo, que bebe demasiado y tiene graves dificultades de relación con sus semejantes. Apasionado de la ópera, es sensible en extremo a su entorno, lúcido, honesto consigo mismo, se crece ante las dificultades, goza de una intuición extraordinaria y tiene un sentido inquebrantable del deber.
Los casos que le toca resolver son muy sangrientos y sobrecogen por el sadismo que despliegan los criminales. Se desarrollan en la zona de Escania cuyos duros paisajes constituyen un personaje más con los que Wallander establece un diálogo, quizá por tener en común la resistencia ante las inclemencias de la vida y un profundo sentimiento de soledad. Su profesión es el baluarte que sostiene precariamente una existencia que no siente como suya a medida que desaparecen sus puntos de referencia vitales: su matrimonio, la hija, los amigos, los valores y las actitudes.
En el extenso epílogo de La pirámide Mankell habla del proceso de creación de su personaje como un policía reflejado en los espejos del Callejón del Gato, un «James Bond deteniéndose en plena calle mientras persigue a un malhechor para ponerse una inyección de insulina». Wallander está tan bien caracterizado que cobra vida y se mueve por sí mismo, hasta el punto de que el escritor dice que la gente le preguntaba: ¿a quién va a votar Wallander?, o ¿qué opina Wallander de tal cosa?
Imagen: Jonn Leffmann (2018) https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Isvulkan_-_Ystad-2018.jpg
Para mí la novela más atractiva es Pisando los talones, primero porque tiene todos los elementos de una narración adictiva: la trama, los cabos sueltos, las complejas relaciones entre los personajes, la desgracia personal y las reflexiones del protagonista sobre el entorno. Pero sobre todo porque recoge la idea principal en la que se basa la acción: que Suecia se ha convertido en un país donde cada vez más personas se sienten inútiles o no deseadas y en ese contexto reaccionan con una violencia inusitada para la que el detective Wallander no se había formado. Wallander opina en La quinta mujer que «la Suecia que era la suya, en la que se había criado, el país construido después de la guerra, no estaba tan firmemente anclado en la roca como habían creído. [Debajo] de todo había un tremedal».
La serie representa el proceso imparable de destrucción de la salud del personaje, de sus facultades intelectuales, de las personas que han significado algo para él y de la sociedad en que nació y vivió. Kurt Wallander se aísla porque siente que ya no pertenece a su época ni como policía ni como ciudadano. Es un extraño en el mundo que lo rodea y que huye hacia adelante a sabiendas de que sus esfuerzos contra el crimen van a devolver poco o nada la seguridad a la gente.
Merece la pena destacar el elenco de personajes secundarios de la serie: la hija, protagonista de la entrega Antes de que hiele (la novela más floja desde mi punto de vista), a la que vemos crecer y lidiar con las complejidades del carácter del padre, y los compañeros de la comisaría de Ystad y de otros distritos policiales, que son lo más cercano a una familia para Wallander.
¿Por qué nos gusta tanto Kurt Wallander? En mi opinión porque es creíble y lo sentimos cercano a medida que lo vemos envejecer, en sus aciertos y errores, cuando abre su corazón y cuanto le dan arrebatos de ira, cuando está feliz y cuando se deprime. Pero es que desde el fenómeno Stieg Larsson allá por 2004 nos atrae la contradicción entre el aparente estado del bienestar y una criminalidad en aumento que suscita dudas sobre la seguridad, la prosperidad y la igualdad que suponemos en el paraíso social sueco. Además el mal nos fascina, como se reflexiona en este mismo blog a propósito de Frankenstein. Al final Wallander decide refugiarse en su mundo privado, cada vez más pequeño, porque se siente desencantado de la época en que le ha tocado vivir. Como nos pasa a la mayoría.
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