Recibió una esmerada educación, viajó y se movió por círculos artísticos y literarios. Estuvo casada con el político y diplomático Harold Nicholson con quien mantuvo un matrimonio emocionalmente muy sólido aunque abierto, ya que cada uno compartía su intimidad con personas de su mismo sexo. Tuvieron dos hijos y la misma pasión por la jardinería, como muestra el castillo de Sissinghurst que adquirieron en Kent en el que diseñaron un espectacular jardín hoy abierto al público.

Entrada al castillo de Sissinghurst en Kent. Imagen tomada por Tony Hisgett https://www.flickr.com/photos/hisgett/
Publicada en 1930, Los eduardianos constituye uno de los hitos de la literatura inglesa. Además del placer que produce leer una prosa elegante, retrata fielmente el fin de una era y los cambios políticos que se estaban gestando en Europa que desembocarían en la I Guerra Mundial, al tiempo que los Estados Unidos toman vuelo, tiene lugar la independencia de las colonias en América, África y Asia y se producen movimientos sociales relativos a los derechos de los trabajadores, la emancipación de las mujeres, el sufragio universal, etc.
Los nueve años de reinado de Eduardo VII, hijo de la reina Victoria, coincidieron con el máximo esplendor de la aristocracia inglesa justo antes de su caída definitiva y posterior sustitución por otro tipo de organización política y económica y nuevos actores sociales sin títulos nobiliarios pero con influencia y posición económica como Teresa y John, el médico, o Adam, el judío millonario. Durante esos años se relajó el estricto código de conducta de la Inglaterra victoriana (el rey amaba la caza, los caballos, los viajes, las fiestas y tuvo incontables amantes) sin que los nobles perdiesen privilegios y relevancia social. Fue esa época la que conoció bien Victoria Sackville-West y que describió en Los eduardianos, que se desarrolla en 1906 y abarca hasta 1910, fecha de la coronación de Jorge V, sucesor de Eduardo VII.
Es precisamente ese conocimiento de primera mano junto a su genio literario indiscutible lo que revela la altura de la novela. A diferencia de la Austen, Vita no pretende realizar crítica alguna ni cambiar los códigos sociales a través de la narración. Los eduardianos es una foto fija, un momento congelado en el tiempo de una serie de personajes, lugares e interiores que reflejan con exactitud la manera en que pensaban y vivían los nobles ingleses de primeros del siglo XX.

Retrato de Lady Angew of Lochnaw, por John Singer Sargent (1856–1925), https://no.m.wikipedia.org
El protagonista es Sebastian, el jovencísimo e impetuoso duque heredero de una antigua familia noble quien se debate entre rebelarse contra las rigideces que le impone su posición o la aceptación de las mismas con tal de no atraer la ignominia sobre él y sobre su propia familia. Tiene una hermana, Viola, que afronta el mismo conflicto pero desde la tranquilidad y la reflexión. Consta de seis capítulos que giran en torno al qué dirán, cuyo epicentro son los amores semiclandestinos de Sebastian con Sylvia, Lady Roehampton, otra noble casada mayor que él, relación socialmente aceptada siempre que se mantenga en la intimidad sin dar escándalos. Sylvia se enamora perdidamente de Sebastian al tiempo que se aferra a esta relación porque sabe que es la última antes de ver perdida su juventud y ajada su legendaria belleza. Cuando el marido se entera, experimenta el mismo conflicto interno que Anna Karenina o Ana Ozores (¿Entregarse al amor y al escándalo público o defender la posicióon social al precio de la renuncia?).
Los otros dos personajes interesantes son Anquetil y Teresa. El primero es un viajero y explorador invitado a las fiestas de Chevron como elemento exótico para dar que hablar (porque ni es noble ni pretende serlo). Anquetil abre y cierra la novela: al principio para intentar “salvar” a Sebastian de su destino prefijado porque advierte en él el impulso de romper con todo (“Hijo mío”, le dice, “tu vida está programada desde el día que naciste”) y al final para reiterarle la oferta de partir con él a explorar el mundo (“Ven conmigo y entérate de que la vida es un hueso duro de roer”). En cuanto a Teresa, representa la nueva clase media que aspira a entrar en el mundo de la nobleza mientras que esta la desprecia. La parte en la que Sebastian intentará conquistarla me recuerda mucho al mito de Don Juan y Doña Inés aunque el final será muy distinto. Con Anquetil y Teresa se cierra el círculo de miradas ajenas sobre la aristocracia. Los personajes que critican la conducta de estos nobles (Alice y su familia, las cuñadas de Sylvia, las nobles más ancianas y, por tanto, más “victorianas”, los sirvientes de Chevron) solo lo hacen superficialmente por la falta de discreción en sus actos, pero en ningún momento se enjuicia el sistema mismo feudal sobre el que se asienta este tipo de organización social y económica. Sin embargo, los personajes saben que esto se acaba: “Ya debemos ser anacronismos, aunque todavía podemos durar un par de generaciones”, dice Sebastian a su hermana, quien le replica que “no somos más que una supervivencia pintoresca, aunque juguemos a vivir todavía en la época de la guerra de las Rosas”.
Estilísticamente Los eduardianos es ágil, aguda y se sitúa en la tradición de la gran novela del siglo XIX, por lo que se puede considerar ya un clásico.
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